Ecología Política del Sur
miércoles 20 de noviembre de 2019

El sentido de un mural

Defensa de la intervención artística realizada en las Jornadas de Ecología Política.

“Ustedes bien saben que somos explotadores. Saben que nos apoderamos del oro y los metales y el petróleo de los ‘continentes nuevos’ para traerlos a las viejas metrópolis. No sin excelentes resultados: palacios, catedrales, capitales industriales; y cuando amenazaba la crisis, ahí estaban los mercaderes coloniales para amortiguarla o desviarla. Europa, cargada de riquezas, otorgó de jure la humanidad a todos sus habitantes: un hombre, entre nosotros, quiere decir un cómplice, puesto que todos nos hemos beneficiado con la explotación colonial. (…) ¿Y ese monstruo supereuropeo, la América del Norte? Palabras: libertad, igualdad, fraternidad, amor, honor, patria. ¿Qué se yo? Esto no nos impedía pronunciar al mismo tiempo frases racistas… Los buenos espíritus, liberales y tiernos -los neocolonialistas, en una palabra- pretendían sentirse asqueados por esa inconsecuencia; error o mala fe: nada más consecuente, entre nosotros, que un humanismo racista, puesto que el europeo, no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos”. (Jean Paul Sartre, Prefacio a “Los condenados de la Tierra”, 1961).
“Si las mujeres han de emanciparse, deben interesarse en comprender algo de las estructuras generales del patriarcado. Esta comprensión no es, en efecto, inocente o desinteresada; por el contrario, se encuentra al servicio de intereses políticos inmediatos. Pero si estos intereses no pasan en algún momento de lo particular a lo general, es probable que fracasen. Los habitantes de una colonia pueden verse obligados, simplemente para sobrevivir, a estudiar las estructuras globales del imperialismo, cosa que no necesitan hacer sus gobernantes imperialistas. Aquellos que, siguiendo la tendencia actual, desconocen la necesidad de una perspectiva global o ‘total’, tal vez sean lo suficientemente privilegiados como para prescindir de ella”. (Terry Eagleton, “La ideología y sus vicisitudes”, 1994).

Toda obra tiene su razón de ser en el marco del contexto en la que se produce. El contexto hace parte del sentido pleno de la obra en sí y justifica -o no- su ubicuidad. El mural producido por las artistas Claudia Tula, Agustina Vázquez y Jennifer Bairo Bravo, en el marco de las IV Jornadas Nacionales de Ecología Política recientemente celebradas en nuestra facultad, tiene sentido en el marco de ese evento académico y fue colocado en el corazón de uno de los patios principales de nuestra Facultad. Una obra educativa dentro de una institución educativa. Esa es la razón de ser del mural y el sentido de su ubicuidad. Como una obra pedagógico-política, está produciendo efectos desde el primer minuto que fue realizada; y seguirá educando y formando-nos mientras esté ahí, a la vista de nuestres niñes, adolescentes y adultes, cualquiera sea el rol con el que transiten este patio.

El mural muestra, en su iconografía central, un ave predadora hundiendo sus garras sobre una América Latina envuelta en una Wiphala, que hace unas pocas semanas atrás fuera instituida también como símbolo oficial de la Facultad de Humanidades y que, desde entonces, acompaña a la bandera nacional argentina en todo acto institucional. En el mural, el ave en cuestión está pintada con los colores de las banderas de los Estados Unidos de Norteamérica, de Canadá, y de China. Y esa representación -en el golpe instantáneo de una imagen tan potente- nos invita, en general, a (re)conocer la historia; la historia mundial de la Modernidad, en su curso dominante. Y sobre todo, nos conmina, en particular, a recordar nuestra historia; a re-conocernos y no olvidar qué lugar y qué papel Nuestra América (fue y es compelida a) desempeña(r) en aquella historia global.

La majestuosidad del águila, como ave de presa por excelencia, ha despertado generalmente admiración y en la historia de la formación de los estados territoriales modernos, ha sido varias veces adoptada en la simbología nacional(ista) como expresión del poder estatal. En no pocos casos, esa simbología se ha hecho más recurrente en momentos de la historia o en casos de gobiernos con fuertes pretensiones expansionistas y colonialistas, campo donde hay ejemplos emblemáticos.

La simbología del mural no es, por supuesto, un cuestionamiento al águila ni a su función ecosistémica. Mucho menos es un mensaje descalificador y/u ofensivo para con los pueblos y culturas norteamericanas y china. Se trata simple y elementalmente, de una imagen que advierte sobre la historia del colonialismo, en cuanto fenómeno fundacional y constituyente del mundo moderno-contemporáneo, desde sus orígenes hasta nuestros días. La imagen exhibe la acción predatoria de un ave de presa. Y el fenómeno colonial es -por excelencia- un acto predatorio. Como fenómeno político, el colonialismo es la acción y el efecto emergente de la acción política (de ciertos estados y gobiernos) sistemáticamente ejercida como acción predatoria.

En un libro que trata sobre la genealogía del sistema internacional moderno, el historiador y antropólogo estadounidense Eric Wolf destaca la centralidad de las acciones predatorias en la con-formación de los estados europeos modernos. En sus orígenes, “la consolidación política bajo un reino central dependía de la aptitud combinada de extraer tributo para pagar la guerra y para desarrollar un potencial bélico proporcionado” a las aspiraciones de conquista (…). En ese marco, “el apoderarse de recursos externos fue la estrategia dominante que siguieron las potencias ibéricas de Portugal, León-Castilla y Aragón” para afianzarse como tales.  Así, en el siglo XV, “Portugal y España eran, predominantemente estados depredadores, que vivían de los recursos [primero] de la España musulmana [y luego, del saqueo del Nuevo Mundo]”. (Wolf, “Europe and the People without History”, 1982, University of California Press).

Tener una mirada crítica del colonialismo y del imperialismo no nos hace despreciar a otros pueblos o a ciertas culturas. Más bien todo lo contrario. El colonialismo es una acción política de determinados estados, gobiernos y corporaciones, es decir, de ciertas élites que ejercen la dominación sobre otros territorios y poblaciones para beneficio propio, instrumentalizando los poderes instituídos (jurídico-políticos y militares, pero también económicos y culturales). Ciertamente, no creemos que el imperialismo sea un mal propio de ciertos pueblos. Creer que el imperialismo sería algo así como un atributo ‘natural’ de determinados pueblos, es una idea absolutamente indefendible en el estado actual de las ciencias sociales. Igualmente, desconocer el fenómeno colonial y el papel del imperialismo en la historia geopolítica y ecológica de la Modernidad, es algo también completamente inadmisible.

Colonialismo e imperialismo no son “fantasmas ideológicos” de ciertos izquierdistas trasnochados. Son fenómenos histórico-políticos constitutivos del mundo realmente existente; como tales, han sido motivo de estudio, por parte de filósofes, pensadores y cientistas sociales de las más variadas y diversas ideologías, nacionalidades, adscripciones de género e identitarias en general. Suprimir el colonalismo y el imperialismo (o pretender hacerlo) como fenómeno político y objeto epistémico es procurar borrar una gran parte de la biblioteca científica mundial; pero, sobre todo, es pretender borrar una dolorosa historia, nuestra propia historia como pueblos de una tierra que fue histórica y emblemáticamente configurada como objeto de conquista y objeto de depredación.

El mural, nos conmina a ver esa historia; a ver la historia mundial en esa perspectiva. Verla así, ¿es un punto de vista?. Por supuesto. No verla o mirarla sin ver y reconocer el fenómeno colonial es también un punto de vista.

Dicho esto, se evidencia por qué nos resulta completamente incomprensible e injustificada la reacción del Profesor Brizuela, director del Departamento de Inglés, frente al hecho político-pedagógico del mural. El mismo no es ni puede ser considerado ofensivo contra ninguna lengua ni cultura; es, en todo caso crítico, y muy crítico contra un tipo de actitudes y acciones políticas. Busca mantener viva la memoria política de nuestros pueblos y sembrar una actitud crítica contra políticas racistas, expansionistas, nacionalistas y depredadoras.

En nuestra Facultad se enseñan el inglés y el francés, y nos parece muy bien. Se habla español y se enseña literatura española. Ojalá se enseñaran también otras lenguas, incluso, las lenguas originarias de esta tierra. Estudiar otras lenguas, otras culturas, nos hace tomar conciencia de la vasta riqueza y diversidad de la condición humana; nos educa en el respeto y nos encamina hacia un horizonte de con-fraternidad democrática. Denunciar el colonialismo y el imperialismo es justamente tener una actitud crítica contra actitudes y políticas que cortan de cuajo toda posibilidad de pluralismo y convivencialidad democrática entre pueblos y culturas diferentes.

A propósito de las lenguas, por supuesto, no es una casualidad ni un hecho natural que -como todas- teniendo orígenes aldeanos, lenguas como el castellano, el portugués, el inglés y el francés se hayan esparcido por todo el mundo, llegando incluso a geografías lejanas e insólitas. El hecho de que estos idiomas se hablen en lugares remotos a los de sus lugares de origen, no es ningún misterio lingüístico; no es algo que obedece a ninguna superioridad o ventaja idiomática intrínseca. Es un hecho que reponde lisa y llanamente a la huella colonial trazada por esos imperios, desde el siglo XV hasta nuestros días (de ahí, la bandera china). Sólo con leer la ya mencionada obra de Eric Wolf (cosa que recomiendo encarecidamente), capítulo a capítulo, se puede seguir la huella de cómo es que se expandieron esas lenguas, propiamente así convertidas en lenguas imperiales.

Esa expansión lingüística está ineludiblemente ligada a una historia de depredación de territorios/cuerpos inferiorizados; genocidios y epistemicidios recursivos; al tráfico de cuerpos humanos esclavizados, a interminables guerras fratricidas, violaciones sistemáticas de mujeres, explotación de la fuerza de trabajo de poblaciones enteras, y también, golpes de estado, deposición de gobiernos democráticos, etc. Desde las guerras de conquista, a las guerras de ‘independencia’; en nuestro caso, desde 1807 a Malvinas; desde las guerras de la Triple Alianza (1864-1870), a las Guerra del Pacífico (1879-1884) y del Chaco (1932-1935); desde el golpe de estado que derrocó a Joao Goulart en Brasil (1964) y a Salvador Allende en Chile (1973), al belicismo injerencista norteamericano contra Cuba, Venezuela, Bolivia y todo país que ose -en la era Trump- aspirar a una vida política autónoma y soberana, nuestra historia, está trágicamente lacerada por las pretensiones imperialistas de ciertas potencias y élites mundiales. De poca valía es -considero- una universidad púbica donde sus estudiantes pasen por ella sin estar mínimamente anoticiados de esa historia.

Así, como responsable principal de las IV Jornadas Nacionales de Ecología Política y temporalmente del Programa de Doctorado en Ciencias Humanas de nuestra Facultad, saludo con mucho orgullo la realización de este mural, por su enorme valor pedagógico. Agradezco -una vez más- públicamente la creatividad y el arte conscientemente político de sus autoras, Claudia Tula y Agustina Vázquez (Ninakerus) y Jennifer Bairo Bravo (Mur-a-Tuc) y auguro a todes les colegas y estudiantes de nuestra comunidad académica a que usemos nuestros conocimientos,  nuestra formación y nuestras investigaciones en aras de construir una convivencialidad solidaria, justa, democrática, una sociedad en la que podamos materializar nuestra confraternidad en armonía con la Tierra, nuestra fuente de vida. Cada vez que pasemos por el patio y dirijamos nuestra vista hacia el mural, éste nos estará recordando que el camino de la depredación, de la guerra y el odio racista son el camino histórico equivocado.

Horacio Machado Aráoz, 20 de noviembre de 2019.

Director del Doctorado en Cs. Humanas, Fac. de Humanidades (UNCA)

Coord. Equipo de Ecología Política del Sur (CITCA-CONICET-UNCA).